Lección 1 | Domingo 27 de septiembre | LA EDUCACIÓN EN EL JARDÍN DEL EDÉN
Aunque no se nos ocurre pensar en un jardín como un aula, esto tiene
mucho sentido, especialmente si es un jardín como el Edén, lleno de las
riquezas intactas de la Creación de Dios. Es difícil imaginar, desde nuestra
perspectiva actual, cuánto debieron de haber aprendido estos seres no
caídos, en un mundo no caído, instruidos directamente por su Creador, en
esa “aula”.
Lee Génesis 2:7 al 23. ¿Qué notas sobre el propósito de Dios al crear,
colocar y emplear a Adán?
Dios hizo al hombre y a la mujer a su imagen y les dio un hogar y un
trabajo provechoso. Si consideramos la dinámica entre docente y alumno,
esta es una relación ideal. Dios conocía las habilidades de Adán porque lo
había creado.
Podía enseñarle a Adán, sabiendo que Adán podría alcanzar
todo su potencial.
Dios le dio una responsabilidad al hombre, pero también quería que
fuese feliz. Y quizá parte de los recursos para que fuese feliz haya sido
darle responsabilidades. A fin de cuentas, ¿quién no se siente satisfecho
o feliz cuando se le dan responsabilidades y luego las cumple fielmente?
Dios conocía el corazón de Adán y lo que necesitaría para prosperar, por lo
que le dio a Adán la tarea de cuidar el jardín. “Tomó, pues, Jehová Dios al
hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”
(Gén. 2:15). A los que solo conocemos un mundo de pecado y muerte, se nos
hace difícil imaginar lo que debió haber implicado el trabajo y las lecciones
que, sin duda alguna, Adán aprendió mientras trabajaba y cuidaba el jardín,
que además era su hogar.
En Génesis 2:19 al 23, Dios crea animales de compañía para Adán, y
también crea a Eva como esposa de Adán. Dios sabía que Adán necesitaba
la compañía y la ayuda de alguien semejante a él. Por eso, creó a la mujer.
Dios también sabía que el hombre necesitaba tener una estrecha relación
con él, por lo que creó un espacio íntimo en el Edén dentro de los límites del
jardín. Todo esto atestigua el propósito de Dios en la Creación y su amor
por la humanidad. Nuevamente, la gran distancia que nos separa del Edén
nos dificulta imaginar cómo debió haber sido, aunque es divertido hacer el
intento, ¿verdad?
| Aunque estamos muy lejos del Edén, aún podemos aprender lecciones de la naturaleza. ¿Cuáles son algunas de esas lecciones y cómo podemos beneficiarnos de
ellas al interpretarlas a través de la lente de las Escrituras?
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