Lección 13 | Domingo 20 de septiembre | UN PASO DE FE
EL AMOR ALTRUISTA DE JESÚS
El apóstol Pablo nos anima a tener el mismo “sentir”, o la misma “actitud”
(NVI), que tenía Cristo. Esto nos lleva a algunas preguntas fascinantes.
¿Cuál era la actitud de Cristo? ¿Qué gobernó sus patrones de pensamiento
y conducta? ¿Cuál fue la esencia de su pensamiento?
Lee Filipenses 2:5 al 11. ¿Cómo revelan estos versículos el corazón del
pensamiento de Cristo y el modelo que gobernaba toda su vida?
Desde toda la eternidad, Jesús era igual a Dios. Pablo declara esta verdad
eterna en estas palabras: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Fil. 2:6). La palabra traducida “forma”
es la palabra griega morphē. Significa la esencia misma de una cosa. Vincula
dos cosas que son de igual valor. El Comentario bíblico adventista lo expresa
de esta manera: “Esto coloca a Cristo en igualdad con el Padre y muy por encima de todo otro poder. Pablo lo destaca para describir más vívidamente las
profundidades de la humillación voluntaria de Cristo” (CBA 7:160). Hablando
de su naturaleza eterna, Elena de White agrega: “En Cristo hay vida original,
no prestada ni derivada de otra” (DTG 489).
Jesús, quien era igual a Dios desde toda la eternidad, “se despojó a sí
mismo”. Esta también es una expresión fascinante, en griego. Literalmente,
se puede traducir como “vaciarse”. Jesús voluntariamente “se vació” de sus
privilegios y prerrogativas como el igual de Dios para asumir la forma de
un hombre y convertirse en un humilde servidor de la humanidad. Como
siervo, reveló la ley del amor del Cielo al Universo entero y, finalmente, realizó
el acto de amor supremo en la Cruz. Él dio su vida para salvar la nuestra,
eternamente.
La esencia del pensamiento de Jesús era el amor abnegado. Seguir a Jesús
significa que amamos como él amó y servimos como él sirvió. Permitir que
Jesús, a través de su Espíritu Santo, nos vacíe de la ambición egoísta nos
costará. Le costó todo a Jesús. Pero las Escrituras dicen de Jesús: “Por lo
cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre
todo nombre” (Fil. 2:9).
El cielo valdrá cualquier sacrificio que hagamos en la Tierra. Habrá sacrificios en el camino, pero las alegrías del servicio los superarán hoy, y la
alegría eterna de vivir con Cristo por toda la eternidad hará que cualquier
sacrificio que hagamos aquí parezca insignificante.
| ¿Cuándo fue la última vez que realmente tuviste que morir al yo por causa de Cristo?
¿Qué te dice tu respuesta sobre tu caminar cristiano?
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