Lección 11 | Martes 8 de septiembre | COMPARTIR LA HISTORIA DE JESÚS
¿Quiénes fueron los primeros misionerosque Jesús envió? No estaban entre los discípulos. No estaban entre sus seguidores de mucho tiempo. Los primeros misioneros que Jesús envió fueron hombres locos, endemoniados que unas horas antes habían aterrorizado la región y habían aterrado los corazones de los vecinos de la aldea
Con un poder demoníaco sobrenatural, uno de estos endemoniados rompía las cadenas que lo ataban, chillaba en tonos horribles y mutilaba su propio cuerpo con piedras afiladas. La agonía en sus voces solo reflejaba una agonía más profunda en sus almas (Mat. 8:28, 29; Mar. 5:1–5).
Pero luego se encontraron con Jesús, y su vida cambió. Nunca volverían a ser los mismos. Jesús expulsó a los demonios atormentadores de sus personas hacia una piara de cerdos, que luego se despeñaron de un acantilado hacia el mar (Mat. 8:32–34; Mar. 5:13, 14).
Lee Marcos 5:1 al 17. ¿Qué les pasó a estos hombres y qué encontraron los habitantes del pueblo cuando salieron a ver qué había sucedido?
Los endemoniados ahora eran hombres nuevos, transformados por el poder de Cristo. La gente del pueblo los encontró sentados a los pies de Jesús, escuchando cada palabra de la boca del Maestro. Debemos tener en cuenta que el Evangelio de Mateo dice que había dos endemoniados, mientras que el Evangelio de Marcos proyecta la historia en solo uno de los dos. Pero el punto es que Jesús los restauró física, mental, emocional y espiritualmente.
Lee Marcos 5:18 al 20. Obviamente, estos endemoniados transformados, estos nuevos conversos, querían quedarse con Jesús, pero ¿qué los envió Cristo a hacer?
“Esos hombres habían tenido el privilegio de oír las enseñanzas de Cristo por unos pocos momentos. Sus oídos no habían recibido un solo sermón de sus labios. No podían instruir a la gente como eran capaces de hacerlo los discípulos que habían estado diariamente con Jesús. Pero llevaban en su persona la evidencia de que Jesús era el Mesías. Podían contar lo que sabían; lo que ellos mismos habían visto, oído y sentido del poder de Cristo. Esto es lo que puede hacer cada uno cuyo corazón ha sido conmovido por la gracia de Dios” (DTG 307). Sus testimonios prepararon Decápolis, diez ciudades a orillas del mar de Galilea, para recibir las enseñanzas de Jesús. Este es el poder del testimonio personal.
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