Lección 11 | Jueves 10 de septiembre | COMPARTIR LA HISTORIA DE JESÚS
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios,
el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20).
Ciertamente hay sacrificios cuando aceptamos a Cristo. Hay cosas que
nos pide que rindamos. Jesús dejó en claro el compromiso que se necesitaría
para seguirlo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame” (Luc. 9:23). La muerte en una cruz es una muerte
dolorosa. Cuando entregamos nuestra vida ante la invitación de Cristo y
este “viejo hombre” de pecado es crucificado (ver Rom. 6:6), es doloroso. A
veces es doloroso renunciar a los deseos preciados y los hábitos de toda la
vida, pero las recompensas superan con creces el dolor.
Los testimonios poderosos que tienen un impacto que cambia la vida
de los demás se centran en lo que Cristo ha hecho por nosotros, no en lo
que hemos renunciado por él. Se centran en su sacrificio, no en nuestros
así llamados “sacrificios”. Porque Cristo nunca nos pide que renunciemos a
nada que sea de nuestro mayor interés retener.
Sin embargo, la historia del cristianismo está llena de historias de aquellos que tuvieron que hacer enormes sacrificios por el amor de Cristo. No es
que estas personas se estuvieran ganando la salvación, o que sus actos, sin
importar cuán desinteresados y sacrificados hayan sido, les dieran mérito
ante Dios. En cambio, en la mayoría de los casos, al darse cuenta de lo que
Cristo había hecho por ellos, estos hombres y mujeres estuvieron dispuestos
a poner todo sobre el altar del sacrificio, de acuerdo con el llamado de Dios
en su vida.
Lee Juan 1:12; 10:10; 14:27 y 1 Corintios 1:30. Nuestro testimonio siempre se
basa en lo que Cristo ha hecho por nosotros. Enumera algunos de los dones
de su gracia mencionados en los textos anteriores.
A la luz de los textos anteriores, piensa en lo que Cristo ha hecho por ti.
Es posible que hayas sido un cristiano dedicado toda tu vida, o posiblemente
hayas experimentado una conversión más dramática. Medita en lo bueno
que Jesús ha sido contigo y el propósito, la paz y la felicidad que te ha dado.
Piensa en las veces que te ha dado fuerza para superar las experiencias
difíciles de tu vida.
| ¿Qué tipo de sacrificios has sido llamado a hacer por Cristo? ¿Qué has aprendido de
tus experiencias que podría ser una bendición para los demás?
0 comentarios:
Publicar un comentario