Jueves 8 de octubre | Lección 2
Antes de que los hijos de Israel entraran en la Tierra Prometida, Moisés
les habló nuevamente, relatando la manera maravillosa en que el Señor los
había guiado, y los exhortó vez tras vez a no olvidar lo que el Señor había
hecho por ellos. En muchos aspectos, Deuteronomio fue el testamento de
Moisés. Y, aunque se escribió hace miles de años, en una situación cultural
y de vida radicalmente diferente de cualquier cosa que experimentamos
hoy, esos principios también se aplican a nosotros.
Lee Deuteronomio 6. ¿Qué podemos aprender de este capítulo sobre los
principios de la educación cristiana? ¿Qué debería ser primordial para todo
lo que enseñamos, no solo para nuestros hijos sino también para cualquiera
que no sepa lo que nosotros sabemos acerca de Dios y sus grandes actos de
salvación? ¿Qué advertencias encontramos en estos versículos también?
Lo esencial para todo lo que debían enseñarles a sus hijos era la maravillosa obra de Dios entre ellos. Y además se les dio una clara advertencia
de no olvidar todo lo que Dios había hecho por ellos.
Por supuesto, si los padres deben desempeñar el papel principal para
la integración de las enseñanzas bíblicas en la vida de sus hijos, entonces
tienen la responsabilidad de organizarse y de preparar su propia vida de tal
manera que tengan el conocimiento y el tiempo adecuados para dedicarles
a sus hijos.
“El primer maestro del niño es la madre. En las manos de esta se concentra en gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad
y más rápido desarrollo” (Ed 275).
Este es el momento crucial en que los padres deben satisfacer las necesidades de sus hijos relacionadas con el amor y las promesas de Dios.
Establecer un horario regular para enseñar la sabiduría y las promesas de
Dios personalmente a sus hijos tendrá un impacto positivo en tu familia
para las generaciones venideras.
| Lee este versículo: “Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu
casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deut. 6:7).
¿Cuál es el propósito de esto? ¿Qué debería decirnos sobre la importancia de mantener siempre la realidad del Señor no solo delante de nuestros hijos sino también
de nosotros mismos?
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